¿Alguna vez habéis hablado con un amigo o familiar y al poco rato os ha aparecido publicidad relacionada en Internet? Aunque aseguremos nuestros datos, las empresas nos rastrean y descubren nuestros intereses para venderlos a empresas de publicidad. Estas compañías, posteriormente, personalizan los anuncios que vemos en páginas web y redes sociales en función. A este hecho le llamamos huella digital, el rastro que dejamos en Internet al usar sus servicios y aplicaciones. Si a ti también te inquieta este campo tan “misterioso”, te recomendamos nuestro Máster en Analista en Ciberseguridad y Análisis de Información con Big Data.
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¿Qué es la huella digital?
Mientras hablas con tus amigos o familiares por chat, cuando usas Instagram o Twitter, cuando realizas compras por Internet… Todas estas acciones dejan un rastro. Al unir toda la información sobre tu actividad online se obtiene la huella digital. Es la suma de todo aquello que buscamos en Internet, que publicamos, compartimos y nos comparten. Es la recopilación de todos nuestros intereses y motivaciones en el entorno digital, de nuestras aficiones, gustos y preferencias. La huella digital es equiparable a la huella dactilar, que permite que seamos identificados de forma individual e inconfundible.
La información recogida sirve a las empresas para personalizar el contenido al que acceden los internautas. De la misma forma, también se vende dicha información a los grandes mercados. Los anunciantes, además, pueden seguir el movimiento del usuario a través de multitud de sitios web e individualizar la publicidad.
¿Cómo se obtiene la huella digital?
Seguro que, muchas veces, has aceptado las cookies de las páginas web que has visitado, así como los términos y condiciones de uso de todo tipo de aplicaciones. Cuando accedes, aceptas que estos archivos recojan datos sobre tu perfil de usuario y los envíen a un receptor.
Para obtener la huella, debemos valorar aspectos como la resolución de pantalla, el sistema operativo o el modelo del dispositivo. Nuestro navegador, además, obtiene datos sobre el hardware que usemos en ese momento.
Por otra parte, también es necesario tener un registro de los datos o metadatos que compartimos en Internet. Estos datos pueden ser las direcciones de correo electrónico personales, nuestro número de teléfono, los nombres de usuario, los posts que publicamos o compartimos, los sitios web que visitamos, las compras que realizamos por Internet, los datos de geolocalización GPS del smartphone, datos de mensajes o llamadas telefónicas, fotografías y vídeos que tomamos… Posiblemente, uno de los datos más “turbios” es el acceso al micrófono de nuestros dispositivos y a los chats, pues pueden escuchar y leer las conversaciones que tenemos, así como monitorearlas.
Cuando se han recogido suficientes datos, estos se añaden a nuestro “perfil”, el que permite identificarnos en el entorno digital de la misma forma que lo haría la huella dactilar o el ADN.
Controversia respecto a la huella digital
Los gobiernos y otras organizaciones justifican el rastreo de datos personales como método para evitar el crimen y el terrorismo. Lo cierto es que la mayor parte de estos datos son vendidos a empresas con fines económicos. Este hecho vulnera los derechos de privacidad y libertad de expresión, pues la información confidencial que compartimos en la red es almacenada. A pesar de haber navegadores y sistemas operativos que aplican un fuerte sistema de seguridad y protección, nuestros datos son recogidos de forma inevitable.
Por otra parte, los sistemas de verificación biométrica, consistentes en tecnologías de reconocimiento facial e identificación por voz, son utilizados para acceder a dispositivos y aplicaciones. Estos sistemas podrían llegar a incrementar las suplantaciones de identidad en gran medida.
La recopilación de nuestra actividad en Internet puede crear un perfil perfectamente detallado sobre nuestra vida y nuestra personalidad. Pueden llegar a conocer nuestras amistades, familiares, nuestro estado de salud, nuestra ideología política y religiosa… Todo lo que sabemos sobre nosotros mismos, también lo saben “ellos”.